sábado, 13 de febrero de 2010

San Valentín… avisaaaá!!!

Cupido oficinista

Éramos compañeros de oficina desde hacía tres años. Éramos jóvenes, frescos, insolentes, pasionales. Y también nos deprimíamos juntos de vez en cuando. Por aquellos tiempos yo era pasante y por eso compartíamos nuestro día a día en apenas seis horas. Así fueron esos tres años.

La suma de las horas fue suficiente para hacernos confidentes, para reconocernos en la mirada del otro, para jugar a provocarnos sabiendo que nada (¿?) podría pasar entre nosotros. No sentíamos el peligro de ser un hombre y una mujer jugando al borde del precipicio. No. No era histeriqueo. En esa época no estaba de moda. Y ya es sabido que el histeriqueo no es un juego al que yo sepa jugar.

La palabra exacta era provocación. Era buscar en el otro lo que más le jodía y divertirnos un buen rato sobre ese punto. Éramos algo así como amigos asexuados pero al mismo tiempo evitábamos cualquier roce. Y también había “escenas de celos” disfrazadas de humoradas entre amigos: yo siempre le decía “Andá al pasillo, que afuera hay una mina con dos tetas de esas que a vos te amortiguan la calentura y después te dejan llorando como a un nene sin chupete”. Y a él siempre le molestaba si algún masculino me llamaba a la oficina: siempre tenía algo que acotar con respecto a la voz del que llamaba o a la forma de saludar. Siempre dando vueltas alrededor del otro, pero jugando en ronda, como amigos, como Heidi y Pedro.

Así fue como mis primeros años de trabajo transcurrieron sin darme cuenta de que formaba parte del mundo adulto, del mundo de las responsabilidades, del mundo del miedo a todo. Aunque de todo eso yo también participaba, sin saberlo y sin querer enterarme. Años después finalmente lo supe, cuando me reconocí agobiada por asumir responsabilidades antes de tiempo.


Días antes…

El solía irse de vacaciones en enero o eventualmente, los primeros días de febrero. Yo me iba los últimos días de febrero y manoteaba algunos de marzo. Hacía la cuenta exacta para volver el domingo anterior al lunes que empezaban las clases en la facultad: 15 días de ese lunes para atrás. Ese lunes fatídico en el que volvía y empezaba con todo: trabajo, facultad, actividades varias, etc. (N de la R: hacía natación..!!! Qué voluntad irme a la facultad con un bolso casi igual al de un fin de semana en la costa, con todo lo que necesitaba los días que tenía natación!!!). Me acuerdo que en esa época, tampoco fumaba. Si, lo agarré “de grande”, una cagada.

Mi compañerito estaba de novio desde hacía poco más de tres años. Ella nunca participaba de ninguna salida con la gente de la oficina. La conocíamos por foto: era tetona, bizca, rubia y con cara de nada. De hecho, las descripciones que su novio hacía sobre ella la personificaban como una momia. Si le tiraba bien la goma es algo que no podría afirmar. No era un tema de conversación para compartir con la gente del trabajo. Estaban comprometidos, primero con anillos de plata y después de oro: era una manía que tenía el muchacho, del cual todavía conservo una muy linda alianza de oro que siempre está esperando dar con un joyero de confianza que la convierta en un anillo al que tengo en mente hace rato.

La cuestión es que en ese verano (año 96) él se fue la segunda quincena de enero y compartimos tres semanas de febrero hasta que fui yo quien partió de vacaciones. En mis vacaciones nos vimos, pero eso será tema de otro capítulo.

Tarde del 13 de febrero. Poco movimiento en la oficina. Mi compañero terminaba su horario y cuando se acercó para saludarme, con una actitud extraña (que confirmé tiempo después) me dijo:

Él: “¿Te gustan los ositos de peluche?”
Yo: “Cómo no me van a gustar..! ¿A quién pueden no gustarle?”
Él: “A mi novia! Por eso te pregunto si te gustan. En las vacaciones saqué uno en las máquinas de SACOA y como a ella no le gusta, pensé en regalártelo a vos”.
Yo: “Si, dale… traémelo. No entiendo a tu novia ni a su desprecio”.
Él: “Y bueno… no es muy normal, ya sabes. Le gustan nada más los perros de peluche”.
Yo: “Y si, no serás de peluche pero medio perro sos…”

Beso, beso. Hasta mañana.


San Valentín: feriado móvil.

El 14 de febrero pasó como un día más. Era día de semana, no tenía (o no creía tener) a ningún enamorado para festejar. No había clases en la facultad. Así que sólo fui a la oficina como un día más. Pero no era un día más: mi compañero faltó al trabajo. Se ve que el amor lo hacía enfermar el día de San Valentín.

Al día siguiente –obviamente, el 15-, volvió a la oficina como si nada. Pero la nada no era nada. La nada tenía forma, tamaño, un lindo envoltorio, un moño hecho con esmero y un oso de peluche adentro.

Llegó temprano ese día, quizás para darme el osito de peluche (no parecía de Taiwan) en soledad y evitar todo lo que finalmente terminó pasando después.

El paquetito medía unos 40 cms., tenía un hermoso sobre-bolsa de cartón corrugado de elegante confección y un moño blanco hecho por manos expertas.

Llegó, me saludó y dijo:

Él: “Te traje el osito que te comenté el otro día”.
Yo: “Ayyy.. te acordaste… qué lindo…!!! Para qué tanto paquete? No era que lo ganaste en un máquina de SACOA?”
Él: “Si, si… pero me daba vergüenza venir con el oso en la mano en el colectivo… y además, si lo ponía en una bolsa común tenía miedo de que se ensuciara”.
Yo: “A verlo…”

Abro el paquete. Me encuentro con un “osito” de peluche de unos 25 cms., aproximadamente. Blanco. Blanquísimo. Y con una cinta roja que le colgaba del cuello. Y con letras en blanco que decían: I LOVE YOU. No reparé en nada, ni le puse intenciones: lo tomé con absoluta normalidad, ya que compré el cuento del “osito de peluche que me gané en SACOA”. Pero es claro que a semejante oso no había pinzas que lo agarren, excepto las que vienen en las grúas. También es cierto que nunca había visto un osito tan lindo en ninguna de esas maquinitas tan populares en aquellos tiempos, como lo eran también las casas de videojuegos.


La cornuda era ella. La anteúltima en enterarse, yo.


Yo (con voz de tarada sensible): “Ayyyyy.. qué liiiiiiiinnnnndoooooooo…!!! No entiendo cómo a tu novia no le gustó”… (y dale con Pernía!)
Él: “Y bueno… así son ustedes la mujeres. Me alegro de que te haya gustado”.

Yo no sé si por pendeja, por idiota, por pensar que a esa edad los novios no metían los cuernos o por especular con nuestra amistad… no sé por qué, pero no tuve mejor idea que lucir el osito a todo aquel ser viviente que deambulara por la oficina. No me parecía nada del otro mundo mostrarlo (y además no era el día de San Valentín) y muy por el contrario, lo tomaba como un gesto para engrandecer el que él había tenido conmigo, no obstante lo cual, también era un buen momento de recordarle el desprecio de su novia. Nos reímos todos. Incluso él.

Se comió el gaste de su vida. Pobre! Creo que los demás veían la situación desde otra óptica que por supuesto no era la mía.

Pasaron un par de meses hasta que entendí todo lo que había pasado aquel 15 de febrero. Hubo historia durante esos meses y también será contada.

Para terminar con esta parte de la historia, sólo me resta decir que recién cuando cumplimos dos meses de novios “oficiales” (a los que habría que sumarle tres meses de cierta clandestinidad), recién ahí logré que me confiese la verdadera historia del osito, negada en su versión real hasta ese mismo día.

Historia que incluía haber faltado al trabajo el día de San Valentín para poder comprar el osito en el horario en el que supuestamente estaba trabajando -para que nadie sospeche- y dejarlo fuera del alcance de su novia, con quien festejaría ese 14 de febrero, el día de los enamorados.

Nos empezamos a desvestir tiempo después pero fue éste, sin dudas, el comienzo.

Ey… Ey… San Valentín… si si, a vos te hablo!: ¿No me podías avisar?.
¿Te das cuenta ahora por qué la gente te odia?
La única puta vez que me visitaste ni siquiera me tocaste el timbre!
¿Qué parte de “el que avisa no traiciona” es la que no entendés?
Tengo celular, teléfono fijo, dirección postal, cuenta de e-mail, msn, Facebook, Twitter y ahora blog.
¿Me podes avisar antes la próxima vez? ¡Te prometo que hago de cuenta que no sé nada!

NatpuntoG.

8 comentarios:

  1. Me mata saber si se quedo con vos o la elegio a la novia :)

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  2. Ay Carmelaaaa... algo anticipo en el texto ("novios oficiales") pero bueno, el tema es cómo siguió la historia, no te parece? ;)
    Gracias por leer y dejar tu comentario acá!
    Después me contás qué te parecieron los "capítulos" siguientes!
    Besos y gracias!
    NatpuntoG

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  3. Qué bárbaro! esas eran historias de otra época, creo que las historias de oficina hoy pasan mucho más por el msn y facebook que por un regalo como ese.
    No me quiero imaginar el flaco cómo se debe haber sentido cuando no registraste la "indirecta" del osito. Pobre...
    Igual, veo que consiguió su objetivo! Qué grande los amores de oficina, a quién no le pasó alguna vez???
    Besos.

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  4. Ale.. qué sorpresa! La verdad debo admitir que lo tuyo es admirable por partida doble. O sea... que leas un blog "que parece para chicas" y que además te atrevas a comentar... es MUY GROSO! Te lo agradezco doblemente! Y sip, hoy por hoy las historias de oficina son no sé si tanto de msn y FB, sino que diría que son más bien de touch and go más que de amor. Esta sí fue una historia de amor (ya la iré contando) y ese osito tiene la culpa!
    Muchas gracias nuevamente, un gusto que te tomes un rato para leerme y comentar... me dá mucha pila!
    Besos!
    Nat.

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  5. Quiero ya saber como sigue esta historia....
    Esa etapa de histeriquéo, es la mejor!
    Consulta? que fue del oso? decime que aun lo conservas... porque para recordar cada detalle de esta historia, significa mucho!
    Nats: esto es como Lost, no me banco una semana para el próximo capítulo. Pero sé que lo bueno se hace esperar. Besos Nats!!
    Titis

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  6. Titis... reina! Qué sorpresa el comentario! El oso.. mmm.. lo conservé muchos años junto con toda el resto de la colección de peluches que incorporé con este muchacho pero ya no está conmigo. Supongo que lo tiene alguno de mis sobrinos, si es que no fue destripado por las pequeñas bestias.
    No sé si será de la grositud que parece ser Lost (no lo sé porque NUNCA ví Lost) per me encanta que tengas ganas de saber más acerca de la historia!!!!.
    Te quiero nena y MUCHAS GRACIAS por todo lo que ya te dije antes!
    Besotes.
    Nats.

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  7. ¡Cuánta intriga! Me gustó la historia y quiero más más...
    =D

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  8. Lili, ya voy a seguir contando... paciencia... que material hay mucho..!!!
    Beso!

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