miércoles, 22 de octubre de 2014

Acerca de las personas y los cambios.

Está cambiado.
No cambia más.
¿Cómo cambia la gente, no? 
La gente no cambia.

Cuatro expresiones que estimo que están entre las cien más usadas por la humanidad.
Cuatro expresiones que resumen la característica más imperfecta del ser humano: la contradicción.


No es mi intención mezclar estas ideas con opiniones políticas pero estaría mintiendo si negara que la foto de la actualidad que vimos hoy (*) no me ha encendido la mecha para detonar las ideas que ya estaban dando vueltas en mi cabeza.

Cambiar. O no cambiar. Parece que esta acción (o inacción) es la que permite que una persona le ponga el moño calificativo a una situación inherente a otra persona. Es raro escuchar a alguien decir Estoy cambiado o Cambié. Algunas veces eso ocurre como respuesta a un reclamo de otro. Otras veces se dice para buscar que alguien reconsidere una actitud. Pero ahí está la cuestión. Siempre hay un otro al cual comunicarle que uno cambió (o no). Nadie anda por la vida diciendo Estoy cambiado sin que haya alguien a quien necesariamente tengamos que comunicárselo. En el mejor de los casos, uno dice Estoy bien, Estoy mejor, Estoy mal, Estoy peor. Cuando es uno mismo quien se define, lo habitual es hacerlo en estados concretos y no en acciones continuas.

Así es como resulta que el verbo “cambiar” requiere de dos actores: el sujeto 1) que cambió (o no) y lo comunica por alguna razón al otro, o sea, al sujeto 2), que es el que nota (o no) el cambio; o bien, el sujeto 1), que cambió (o no) pero no está enterado y el sujeto 2) que es el que califica que el otro cambió.

Yo cambio y necesito que Vos lo sepas.
Yo no cambié y necesito que Vos lo sepas.
Vos pensás que Yo cambié. 
Vos pensás que Yo no cambié.

Esta disociación de personajes y acciones e inacciones me permitió plantear el “Yo-Vos-Cambio” de una manera distinta. Me permitió verlo como un juego –no de acciones- sino de percepciones, propias y ajenas.

En efecto, nadie sabe si realmente el otro cambió (a veces, ni siquiera lo sabe el mismo actor) sino que percibe que el otro cambió.

En la variante La gente no cambia, también opera la percepción pero con menor grado de certeza. El “no cambio” corre con la ventaja de ser más fácil de comprobar en los hechos. Basta con pensar en algo simple (perdón por la ironía), como puede ser una relación de pareja que se rompe por un episodio determinado (infidelidades reiteradas, por ejemplo) y que luego del transcurso del tiempo, bajo juramento de que no volverá a ocurrir, uno de los dos decide volver a confiar en el otro. Ese otro en quien recaerá la posibilidad de demostrar que cambió. Sólo el paso del tiempo será necesario para demostrar si cambió o no cambió y hasta tanto no se compruebe lo contrario, serán nuestras percepciones las que nos orienten en cuanto a la ocurrencia o no de dicho cambio.

El “no cambio” tiene que ver con cierta característica neurótica de repetición que tenemos todos los seres humanos. Siempre nos repetimos en algo. No quiere decir que eso esté mal, al contrario. Repetirnos en nuestras fortalezas es lo mejor que nos puede pasar. Me refiero a las repeticiones que no resultan positivas para nosotros y que, más tarde o más temprano, logramos descubrirlas.

En aspectos negativos, la repetición y ese “no cambio” son más que evidentes ante los ojos de los demás. Es por eso que considero que el “no cambio” es más fácil de comprobar en los hechos.

Hablando del “no cambio”, mientras pensaba en todos estos conceptos que estoy escribiendo, me vino a la mente una situación puntual y concreta: las personas que cometen delitos y están privados de su libertad.

Quizás la cárcel sea el ejemplo más crudo para hablar de los cambios de las personas. Es sabido que muchas personas, luego de cumplir su condena, recuperan la libertad y no vuelven a cometer ningún delito en su vida. Si bien en esto influye mucho la política del sistema carcelario (tantas veces cuestionada porque en general, contribuye negativamente en las personas) creo que tantas horas de encierro y oscuridad logran que algunas personas sientan un real arrepentimiento y decidan no repetir, ni repetirse. Muchas veces, eso tiene que ver con algún aporte de la fe. También es sabido que hay personas que recuperan su libertad y vuelven a cometer delitos. Y acá están los dos ejemplos del "cambio" y “no cambio”. El que nunca más delinque y el que vuelve a delinquir.

Y aún así, existiendo ambas posibilidades, algunos seres con más criterio, inteligencia y conocimiento que el promedio de la humanidad, decidieron inventar una escala para tipificar cada delito y el tiempo con el que se castiga a cada uno de quienes los cometen. Esto deja más que en evidencia que las personas tienen posibilidades de “cambiar”. Si no fuera así, cada vez que alguien comete un delito, debería quedar preso de por vida, bajo el supuesto de que La gente no cambia y sería un peligro para la sociedad dejarlo en libertad.

No quiero extenderme demasiado y perder la idea principal. Aunque reconozco que no lo estoy logrando y noto en esto una de mis repeticiones (textuales, en este caso).  

La idea general es que las personas sí “cambian”. Reniego en todo caso del verbo “cambiar” y por eso lo usé en casi todo el texto, entre comillas.

Las personas maduran, se arrepienten, se educan, crecen, se enamoran, se enferman, se desilusionan, se apasionan (por alguien o por algo), se redescubren, se hacen cargo de su vida, se van, vienen, transitan. Las personas involucionan, se pelean, se desenamoran, se ilusionan, se distraen de su vida, se vuelven egoístas, se olvidan, transitan. Transitar. Este verbo me gusta más que cambiar.

Transitar es el verbo que por excelencia conecta el nacimiento con la muerte. Entre uno y otro hecho, está nuestro tránsito por la vida. Y ese tránsito es la línea de tiempo sobre la cual hacemos todas esas cosas (y algunas cuanta más)  que describí en el párrafo anterior. Algunas nos suceden, otras las hacemos que sucedan pero en ambos casos, operan sobre nosotros. Sin ir más lejos, la mayoría de los verbos que cité son reflexivos -es decir, verbos que reflejan la acción en el sujeto que la realiza- y otros son reflexivos recíprocos (la acción se refleja en dos sujetos).

Estos verbos reflexivos -incluídos los recíprocos- son los que reflejan acciones en el sujeto que transita. Y son esos mismos verbos los que generan percepciones en los demás. Ya sea la por la acción en sí o por el resultado de ella.

¿Cuántas veces notamos que alguien se enamoró y cambió? La pregunta es, ¿Cambió o sólo se enamoró y el efecto de esa acción genera resultados que nosotros percibimos?

Consulto el significado de “cambiar” en el diccionario on line de la RAE. En la acepción 7 dice: Dicho de una persona, mudar o alterar su condición o apariencia física o moral. Me llamó la atención que en las seis acepciones anteriores se define el verbo sin aclarar nada previamente, es decir, se define la palabra con otro verbo. Pero en el caso de las personas, se aclara que cambiar significa algo en un ser humano, cuando se dice de ese ser humano. Recalculando. Parece que es otro el que dice –sobre alguien- que cambió. Y así llegamos al punto de mi partida, en que decidí no hablar de cambios –como juego de acciones- sino de percepciones.

Sin dudas, uno habla de alguien que cambió porque percibe “ese cambio”. Acá está la cuestión. No sé si cuando opinamos percibimos “el cambio”. Creo que percibimos el resultado de las acciones que los demás realizan en su tránsito.

Creo que antes de juzgar al otro por sus cambios debemos empezar a pensar en los resultados de las acciones que realizamos cada uno de nosotros en nuestros tránsitos. Quizás eso nos permite ver con claridad cuál fue el resultado de esas acciones y tal vez, en esos resultados, encontremos el cambio que notamos en el otro.

Tal vez ese otro que nos parece que ha cambiado, no sea más que el sujeto recíproco en el que se reflejan nuestras propias acciones.

NatpuntoG.

(* N de la R: Hoy, miércoles 27 de junio de 2012, primer paro de la CGT a un gobierno que supo ser su amigo).


2 comentarios:

  1. Me gustó... Transitar un inevitable proceso de interacción, donde cada uno es el correlato de fluir entre otros... Lindo, para volver a releer...

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  2. Corrección: falta un ¨es¨... lo que quise escribir, ahora correctamente: ¨Me gustó... Transitar es un inevitable proceso de interacción, donde cada uno es el correlato de fluir entre otros... Lindo, para volver a releer...¨. ;)

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