domingo, 24 de junio de 2012

Una vuelta de 363 grados.

De todas las grandes pasiones que conocemos en la vida, creo que el fútbol es la más particular. No hay amor ni convicción política que se movilice semana a semana, dependiendo de un resultado más o menos adverso, como pasa con el fútbol.
El amor avanza y acumula. O retrocede y se vacía lentamente. Lo mismo ocurre con el fútbol sólo que no va en un mismo sentido todo el tiempo sino que es un ida y vuelta constante, en tan sólo 7 días.

Apenas pasaron 24 horas del tan esperado ascenso y desde ese momento, sentía ganas de expresarme. Me lo pedía la alegría. Me lo pedían los dedos. No puede hacerlo antes por falta de tiempo y en parte, celebro que haya sido así. Siento que ahora sigo alegre pero con la emoción más estable y eso me permite escribir más limpia y sin tanta euforia. Justamente por eso sé que este texto no será igual al que hubiera escrito ayer, sábado 23J (La Resurrección), a las 5 de la tarde.

Estas horas que pasaron me han servido también para nutrirme de todo “lo periférico” a esta gran alegría roja y blanca. Leyendo estados en FB, felicitaciones, fotos y opiniones varias, terminé de cerrar este círculo de 363 grados. Uno por cada día de los que transcurrieron desde el descenso, aquel día tan triste que vimos venir semanas antes.

Durante estos 363 días que transcurrieron entre el descenso y el ascenso de River, aprendí muchas cosas, más allá del fútbol. Cosas que se pueden transpolar a la vida personal. Aprendí de rivalidades imbéciles y de odios inexplicables.

Aprendí que algunas personas disfrutan cuando alguien sufre. Ustedes podrán decir “No compares el fútbol con la vida”. Y yo les responderé, ¿Por qué no? ¿Acaso el fútbol no es parte de nuestra cultura y nuestra esencia argentina? Nada me hace pensar que quien disfruta y goza con el sufrimiento de un hincha amigo, no lo haría en una situación personal. No creo que haya límites. El otro sufre. El límite es ESE.

 A quien tiene la capacidad de empatizar con el dolor ajeno, no le importa la razón. Puede que no te gusten las mascotas pero si a un amigo se le muere un perro y eso lo pone triste, un verdadero amigo no disfrutaría de esa situación, aún cuando los perros no le gusten o piense que es una estupidez llorar por un animal. Nadie –ni siquiera quien compadece a quien sufre- sabe exactamente cuál es la medida del dolor ajeno. En este sufrir colectivo de un equipo que desciende, creo que sólo quienes pasaron por la misma situación o los hinchas que la estamos viviendo, sabemos lo que se siente. En el dolor personal, la medida también lo es.

No quiero explayarme más en este punto. Con mayor o menor grado de coincidencia, la idea es clara. Bien vale en este instante que les agradezca a los hinchas de Boca que tuvieron respeto por la situación que pasamos. Y también vale que les agradezca a los hinchas de Boca que se concentraron más en los partidos que perdimos y en gozar por nuestro descenso que en festejar sus victorias. Gracias a ustedes, aprendí que hay personas en la vida que necesitan que al otro le vaya mal para ser feliz. ¿Suena cruel? Así se han comportado. La rivalidad tiene un límite y es el afecto. Cuando hay afecto de por medio, sostener una rivalidad infantil y gozar con la desgracia de los otros, habla más de la decadencia personal que de la decadencia de un equipo de fútbol. Lo siento por ustedes. Una de las cosas más maravillosas que aprendí en estos 363 días es que no necesito que a alguien le vaya mal para ser feliz. Mi felicidad es por mis logros, no por los fracasos ajenos.

Punto y aparte. Necesitaba mencionar a los buenos y a los malos hinchas de Boca porque formaron parte de la pizarra de aprendizajes que nos dejaron estos 363 días.

En esta telaraña que conforman las redes sociales, también leí a un amigo que una y otra vez se preguntaba cómo era posible que 11 personas corriendo detrás de una pelota generaran tanta alegría, tanto llanto y tantas otras cosas más. Le respondí personalmente en su muro, pero también quería comentarlo en esta nota, para quienes puedan pensar algo similar.

Sólo hay una respuesta: PASION. ¿Quién se cree capaz de definir o juzgar una pasión, cuando es el otro quién la siente? La pasión es eso que nos vuelve absurdos ante los demás. Podría decir, por ejemplo, que me parece absurdo o que no entiendo por qué se juntan a un costado de la General Paz los amantes del Chevy, el Torino y otros autos tantos más. ¿Pero quién soy yo para juzgar lo que el otro siente? ¿Cuántas veces nos preguntamos cómo es posible que algunas parejas sigan juntas o cómo es posible que esas dos personas estén juntas, porque somos nosotros los que no lo comprendemos? Todos, alguna vez, opinamos sobre una pasión ajena. Me incluyo y voy primera en la fila, con bonete. Lo importante es entender que posiblemente el fútbol sea una de las pasiones de la vida de una persona, pero no la única. Todo lo que ocurrió ayer excede cualquier análisis desde la lógica (y más aún desde la lógica de alguien a quien no le gusta el fútbol). Ahora todo sigue -con mayor o menor normalidad- pero ayer fue un día que quedará tatuado en la piel de cada hincha de River. No traten de entenderlo. Sólo déjennos ser felices.

Unos minutos antes de que comience el último partido (espero) de River en la “B”, descubrí que tenía miedo, o algo que se le parecía bastante. Las dos horas previas las viví peor que el día del descenso, en el que todo indicaba que íbamos a descender y enojados, tratábamos de hacer fuerza para cambiar la realidad que se nos venía encima. Se sufre mucho, por lo propio y por lo ajeno. Ayer, en cambio, estaba nerviosa, ansiosa y con el corazón rozándome la campanilla. El descenso lo veíamos venir y el ascenso también, pero… no sé cómo explicarlo, lo de ayer era LA chance de acariciar la gloria.

Así las cosas, mientras sufría en la previa pensaba en la situación y haciendo un paralelismo comprendí el por qué de ese miedo, ese nerviosismo y esa angustia a minutos de un posible ascenso.

Cuando River descendió, a pesar de la tristeza y de lo increíble o impensado de la situación, estábamos preparándonos para esa ocasión. Lo veíamos venir. Las cosas se daban de tal manera que aunque fuera doloroso, no podíamos evitarlo. Éramos como los familiares de un paciente terminal que agonizaba día tras día, en una situación irreversible. Ese fue el descenso. A partir del primer partido que jugamos en la “B”, River se convirtió en un paciente que entró al quirófano en estado de emergencia. Contábamos con un equipo de médicos asistiendo al único cirujano que tenía fe en la mejoría del paciente y que además, tenía una relación de afecto con él. ¿Qué difícil operar a una persona querida, sabiendo que del resultado de la cirugía depende su vida, no? Ese cirujano se llama Matías Jesús Almeyda. Al equipo de médicos se sumaron especialistas reconocidos en otras instituciones en las que gozan de un prestigio y un bienestar económico que este hospital no les aseguraba. Pero claro, estos médicos también tenían una relación de afecto con el paciente y pudieron dejar de lado su bienestar, su ego y sus glorias y decidieron jugarse todo en esta cirugía. La gloria o el fracaso, eternos pero así de contradictorios. Si River no ascendía ayer, para nosotros iba a ser un día triste pero los que iban a cargar con el fracaso, eran ellos. Estos médicos a quienes les estoy eternamente agradecida son Fernando Cavenaghi y el Chori Domínguez, a quien le di mi apoyo hasta cuando erró el penal. ¿Cómo no bancarlo, después de la grandeza de venir a rescatarnos? ¿Cómo no bancarlo, si Martín Palermo erró tres penales jugando para la Selección en el año 99 y aún así, tiene una estatua en la Bombonera? Había que bancarlo. NADIE más que el Chori quería convertir ese gol. NADIE más que él sentía la presión en ese momento antes de patear. Había que bancarlo, por todo lo que nos regaló en este –casi- año.

Vuelvo a hablar de Almeyda porque creo que se lo merece. Lo vi llorar, sufrir, enojarse y putear siendo jugador y viendo cómo River se iba al descenso. Lo vi como jugador y compañero, liderando y tratando de armar al equipo cuando se venía abajo, cuando todo era desánimo. Lo vi llorar en el descenso. Y también lo vi con todo ese dolor, tener los huevos de hacerse cargo de liderar desde la conducción técnica a un gran equipo del fútbol argentino (para mí, el mejor; no puedo ser imparcial en esto) en su peor momento. Cuando nadie creía posible que River alguna vez estuviera en la “B”. Cuando él también fue parte (y no culpable) del equipo que nos llevó al descenso. En este momento me preguntó por qué no habrá renunciado JJ antes del descenso y qué hubiera pasado si en ese momento, Matías Jesús se hacía cargo del equipo. No lo sé. Ya no se puede volver el tiempo atrás ni hacer pronósticos sobre situaciones únicas. Sólo me lo pregunté, ahora, repasando estos 363 días. Por todo esto que cuento y porque creo que fue fundamental en el equipo, como conductor de las personas quizás más que cómo profesional en lo técnico, por todo esto es que le agradeceré eternamente a Almeyda por esta alegría y por su trabajo en el equipo que hoy nos vuelve a la liga mayor. Acá quizás no comparto lo que algunos dicen “lugar del cuál nunca se tendría que haber ido”. Ya quedó demostrado que nadie tiene un lugar asegurado en ningún aspecto y sino, basta como ejemplo la vida. Nadie la tiene comprada. El fútbol es técnica, arte, pasión y suerte. A veces te toca ganar injustamente o perder injustamente, quizás por arbitrajes dudosos. Otras veces, se gana o se pierde y pasa sólo por el buen o mal juego. Y algunas otras veces, también interviene el azar. Así que en el fútbol, tampoco hay lugares asegurados. Si descendimos fue porque algo hicimos mal durante mucho tiempo.

Retomando el paralelismo del quirófano, el paciente River entró para ser operado en estado de emergencia, en el primer partido que jugamos en la “B” y contando con ese equipo de médicos sobre el que ya hablé. A partir de ahí, nosotros empezamos a caminar por la sala de espera. Tomábamos café, fumábamos un cigarrillo, mandábamos un mensaje de texto. Y así todo el tiempo que duró la espera, que fueron estos 363 días. Salvando las diferencias con una situación real como la descripta, imaginate lo que es esperar que pasen 363 días para que una cirugía termine, deseando que el cirujano salga a contarte cómo están las cosas y que el paciente se despierte de la anestesia. ¿Podés imaginarlo? Bueno. Así fueron estos 363 días. Y ahí entendí por qué mis nervios, mi angustia y mi ansiedad, mezclándose con las ganas y la convicción de saber qué íbamos a volver.

Sabía qué íbamos a volver. Tenía la certeza de que iba a ocurrir pero no podía asegurar que iba a ser ayer. De toda esa situación lo que más me pesaba –si no ascendíamos ayer- era soportar la ola expansiva de noticias, comentarios y demás sobre el “no” ascenso inmediato. Al equipo le tenía fe y si por algo rogué que ascendiéramos ayer, fue para evitar todo eso que termina siendo basura tóxica, que iba a desanimar a los jugadores.

La definición del campeonato (o al menos la parte que se jugó ayer) fue algo único en la historia de la “B”, como lo fueron todos los partidos que jugaba River contra los equipos “más chicos” del fútbol. Este es otro aprendizaje que viví con el descenso y la nueva instancia en la que nos tocaba jugar.

LA FIESTA que había en los equipos del interior del país cuando enfrentaban a River, muchas veces en estadios que parecían de fútbol 5. Equipos que salían a la cancha a matar, sólo para ganarle a un GRANDE, como River, y poder anotarlo en su lista de hazañas. Algunos equipos sólo ganaban 3 puntos. A la mayoría no le representaba –a nivel tabla de posiciones- ningún plus ganarle a River. El único plus, era ganarle a River. Al grande, que aún caído, seguían viendo como un grande. Eso se vio en las tribunas llenas, de gallinas y de contrarios. En parte, también les agradezco a estos equipos que actuaron como espejos para que yo pueda seguir viendo la grandeza de River Plate.

También representaba ayuda económica para algunos de esos clubes. No quiero entrar en “fase mística” y delirar sosteniendo que el descenso de River fue para dotar de luz a la “B”, pero no puedo dejar de pensar en todo lo que generó. Desde movimiento turístico (por los hinchas que se desplazaban al interior para seguir al equipo de sus amores) hasta las canchas llenas en un partido de la “B”, pasando por la vidriera que puso a disposición de esos equipos el sólo hecho de enfrentarse a River. ¿Acaso sabían que existía un “Guillermo Brown”, un “Almirante Brown”, un “Boca Unidos” y un “Desamparados” en el fútbol? Bueno. Yo no lo sabía. Fue parte de los hallazgos del descenso.

Otra cosa que aprendí en estos 363 días (ya lo mencioné más arriba) es que el descenso de River marcó un antes y un después, en la historia del club y del fútbol. Nadie se imaginaba que podía pasar. Y pasó. A partir de ese momento, todos lo saben: a cualquiera le puede pasar. Sin ir más lejos, acaba de definirse una parte del campeonato de primera en la que Tigre, teniendo la chance de ser campeón, podía también tener que defenderse del descenso y jugar la promoción. El fútbol ha cambiado, señores. Los grandes a veces dejan de serlo y los chicos, a veces, crecen de golpe. Mirá Arsenal, sino…

Para ir terminando con esta bitácora de la vuelta en 363 grados, quiero dedicar un párrafo especial a la hinchada de River.

Vale la pena que aclare que estoy en contra de TODO tipo de violencia y repudio y lamento que existan los malos hinchas, los que perjudican al equipo, los que rompieron alambrados cuando enfrentamos a Belgrano en Córdoba, los que cometieron incidentes cuando descendimos en el Monumental. 
NO a la violencia.

Dicho esto, quiero decir que sentí ORGULLO al ver la cancha llena de hinchas de River en cada partido. El apoyo de los hinchas fue fundamental para que el club hoy vuelva a jugar entre los mejores (que no siempre son los más grandes). Lamenté no poder ir a la cancha en ninguna fecha de todos estos partidos que jugamos en la “B”. No soy socia de River (todavía) y muchas veces no podía conseguir entradas y otras tantas, mi hermano y compañero de fútbol tenía que trabajar y no podíamos ir a la cancha. Aún no habiendo podido ser parte de ese aguante, más que detrás de una pantalla de TV, me siento orgullosa de los hinchas que alentamos a River en su peor momento.

Si algo me quedó grabado en el recuerdo la última vez que fui a la cancha y se veía venir el descenso, fue aquella bandera “AUNQUE GANES O PIERDAS”. Ahí terminé de entender de qué se trata ser millonario, gallina y riverplatense.

Soy un claro ejemplo de eso. Díganme sino, cuándo me vieron tan concentrada en hablar y apoyar a River cómo este último año. Los primeros partidos en el regreso a primera serán pura expectativa. Posiblemente siga participando activamente en esta militancia millonaria. Pero que no les resulte extraño si las cosas van bien y no me leen hablar de River. Yo pongo la cara, el cuerpo y el corazón cuando las cosas no están bien y el equipo nos necesita. Que no les sorprenda si no me ven en la foto, cuando la victoria nos acompaña.

Hace una semana fue el día del padre y comenté que recordaba a mi viejo en cada partido de River, con esa forma de sufrir tan silenciosa que tenía. También recordé a mi abuelo que era socio vitalicio (al igual que mi papá y próximamente mi hermano) y que fue el gestor de toda esta gallinada familiar, que incluye dos sobrinos que llevan en sus nombres, los nombres de dos grandes que pasaron por el club: Francescoli y Orteguita.

Ayer también, entre la alegría y la emoción del festejo, recordé a mi viejo. Y no pude más que darle gracias –en silencio, como él sufría por River- por esta pasión roja y blanca que me dejó en la vida.

Aunque ganes o pierdas, GRACIAS RIVER, por tanto y por todo.

NatpuntoG.

4 comentarios:

  1. Excelente! Y es así, en el fútbol como en la vida. No agrego nada más porque sería "editar un tuit" y salvo contadas excepciones, es algo que no me gusta. El autor ya dijo todo, no es necesario "colgarse" de la idea del mismo. Sí compartirla con los demás, pero respetando a quién tuvo la idea. Gracias por el aguante virtual en cada partido, un beso enorme!

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  2. Vivimos estando en la cancha, casi juntas, el fail de Carrizo, te acordas ? Si, el descenso se veia venir y no me pegó tanto como la jornada de ayer. No pensé estar tan nerviosa, tan asustada.

    Mi eterno agradecimiento a estos HOMBRES que vinieron a poner el pecho, incluido Treze.

    Tus palabras las hago mías, Nat. No sabes cuanto.

    Nota aparte..le debemos a Carrizo no haber perdido mas partidos, hay que ser justos.

    GRACIAS..volvimos. A recuperar el terreno perdido.

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  3. Entre a twitter para ver un par de cosas, y de paso, chusmear a cerca de River. Por eso se me ocurrio escribir en el buscador #River y ver todas las cosas que aparecian. Tanto de parte de bosteros, como millonarios, y gente "neutral" que no es de ninguno de los dos cuadros.
    No me acuerdo como era tu twitter, solo sé que leí lo que escribiste y no dude en entrar. Porque, de algún modo, sabía que lo que habías escrito iba a tocarme. Como hincha de River, como persona. Como fanática del fútbol.
    No pensé que tampoco iba a llegarme tanto. Porque yo sentía lo mismo. Ayer, antes de empezar el partido, miraba la hora, hacía temblar mi pie infinitas veces y los nervios me carcomían integramente. Y no estuve tranquila hasta que el contador llego a los 45 minutos del complemento, y respiré en paz. Entre lágrimas que me impedian hablar. Con una mezcla de alegría y euforia.

    No tengo nada más que decirte más que me saco el sombrero. De todas las cosas que leí, creo que esta fue una de más acertadas que he leído. Porque te entiendo, porque yo también soy hincha. Yo también sufrí estos 363 días, y yo también fui parte de este cambio. Y yo también he aprendido muchas cosas (como lo que vos mencionaste, acerca de la felicidad de hinchas ajenos al club por las desgracias ajenas).

    Solamente gracias por ser hincha de River.

    PD: Mi twitter es @Giuvera. Me gustaría seguirte, pero no te encuentro jajaja

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  4. Sin lugar a dudas, este paso por la B tiene que servir como enseñanza. Muchos lo verán como una mancha en la historia, como el fracaso de haber descendido. No es mi caso...
    El descenso fue, diría, inevitable. Más allá del flojo desempeño futbolístico a partir del segundo campeonato con Sime*ne como DT, la causa principal fue la pésima dirigencia. prevalecieron los intereses personales y económicos por encima de los institucionales y netamente deportivos. Y eso se pagó caro.
    El descenso se vió venir, con cierta resignación. Sin embargo, los nervios como hincha fueron menores a los vividos ayer, esperando el tan ansiado ascenso. A partir de acá, será todo para mejor.
    Espero leerte en los partidos, ya que sos una de las abonadas (y cábalas?) de los millonarios twitteros ;)

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